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3 / Pesadillas del hielo
Al interior de la imagen, el aire se crispa. Hurga el ojo en los recovecos de la sombra, iluminándose en la insomne blancura. Leves formas aparecen y desaparecen en la superficie de la conciencia, transformándose cada vez que intento verlas. Rostros apenas pensados como pájaros en las ramas, nubes que surgen de otras nubes, las formas puras de la luz que en los resquicios del aire se confunden. Ah si pudiera aislar las fisuras que inopinadamente se recortan y desde su cristalina fijeza momentánea me miran mirarlas. Como desde la aguda visión de un insecto transparente, con el cuerpecillo de ciervo y los brazos abiertos, que entre las resquebrajaduras del hielo ve abrirse el ojo interior de la imagen. En medio de un mundo de formas cristalinas que parecen moverse al grácil ritmo de una música infinitamente suave como para fundirse en el vaivén del aire. Y entre los reflejos quebrados sorprendo de pronto mi sombra quebrándose, como las alas de una mosca y otro antifaz de pájaro desprendiéndose del rostro los espectros del frío, los terribles reflejos. Ah esta cualidad de la imagen que la vuelve casi tangible, a tal punto quebradiza como una brizna congelada, que mi mano en el último instante se resiste a tocarla.
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